La sidra es mucho más que una bebida; es un símbolo de tradición y cultura que ha unido a generaciones a lo largo de los siglos. Con raíces profundas en el norte de España, su historia está llena de momentos que celebran la conexión entre la naturaleza, la gastronomía y las costumbres locales.
El viaje de la sidra comienza con la recolección de las mejores manzanas, cuidadosamente seleccionadas por su calidad y sabor. Estas se prensan para extraer un jugo fresco y natural que, tras un proceso de fermentación artesanal que puede durar varios meses, se transforma en una bebida con un sabor fresco, afrutado y ligeramente ácido. Este proceso ha sido transmitido de generación en generación, manteniendo viva una tradición que combina técnica y pasión.
En muchas regiones, la sidra no es solo una bebida, sino un elemento central de la vida social. Las sidrerías tradicionales, donde se escancia directamente de la barrica o «kupela», ofrecen una experiencia que va más allá del paladar, uniendo a las personas en torno a un ritual que celebra la amistad, la familia y las buenas costumbres.
El consumo de sidra también está estrechamente ligado a la gastronomía local. Tradicionalmente, se acompaña con platos sencillos pero sabrosos, como carnes a la parrilla, pescados o quesos artesanales, que realzan su sabor y completan la experiencia. Este maridaje perfecto entre la sidra y la cocina es una parte esencial de su encanto.
Hoy en día, la sidra sigue siendo un puente entre lo antiguo y lo moderno, una tradición que conecta a las nuevas generaciones con las antiguas. Su esencia, nacida del trabajo de la tierra y la pasión de quienes la elaboran, permanece intacta, recordándonos que los mejores momentos son aquellos que compartimos alrededor de una mesa. ¡Salud!