La sidra, una de las bebidas más antiguas del mundo, tiene una historia que se remonta a miles de años. Su origen está estrechamente ligado a las primeras civilizaciones que descubrieron la fermentación natural del jugo de manzana, dando lugar a esta bebida refrescante y llena de sabor.
Aunque no se conoce con exactitud el lugar donde nació la sidra, se cree que ya se consumía en regiones como Oriente Medio y Europa hace más de 2.000 años. Los celtas, por ejemplo, fueron grandes amantes de la sidra, y los romanos contribuyeron a expandir su producción por el continente europeo durante su imperio.
En la Edad Media, la sidra se convirtió en una bebida popular en las regiones del norte de España y Francia, donde el clima era ideal para el cultivo de manzanos. Durante esta época, su elaboración se perfeccionó y empezó a formar parte de las tradiciones locales, consolidándose como un símbolo cultural.
Con el paso de los siglos, la sidra no solo se mantuvo como una bebida cotidiana, sino que también ganó un lugar destacado en celebraciones y eventos sociales. Su producción artesanal y su estrecha conexión con la tierra la convierten en un legado vivo que ha sabido adaptarse a los tiempos modernos.
Hoy en día, la sidra es mucho más que una bebida. Representa tradición, sostenibilidad y el placer de disfrutar algo natural. Su importancia cultural y gastronómica sigue creciendo, recordándonos que, aunque los tiempos cambien, las buenas tradiciones perduran. ¡Salud!
